Unas semanas atrás el pianista estadounidense Leon Fleisher falleció a los 92 años de edad tras una vida dedicada a la música. Aparte de su extraordinaria carrera como artista y pedagogo, Fleisher es especialmente recordado por su trágica condición de pianista manco: a los 36 años, cuando empezaba a consolidar la que parecía ser una de las más prometedoras carreras pianísticas del siglo XX, Fleisher desarrolló una condición conocida como distonía focal que le impidió el uso de su mano derecha. A pesar de que muy posteriormente recuperaría parcialmente su capacidad para tocar con ambas manos, su vida musical estuvo marcada por la constante lucha con este destino cruel.
La distonía focal es tristemente una enfermedad que aqueja a muchos músicos, especialmente a aquellos más dedicados y estudiosos. Básicamente consiste en un problema neurológico que, sin que el aparato motriz (músculos, tendones, etc.) presente algún problema, impide al cerebro dar instrucciones de motricidad fina para tareas específicas. En el caso de las manos, los dedos se extienden y contraen involuntariamente, lo que hace imposible tocar el piano. Se cree que esta condición se desarrolla como resultado de repeticiones constantes y prolongadas de los mismos movimientos, lo que en el caso de los músicos es algo que se realiza muy comúnmente.
Leon Fleisher no permitió que su enfermedad lo alejara de la música y comenzó a dedicarse a la interpretación del repertorio pianístico para la mano izquierda. Para ese entonces había una gran variedad de obras pertenecientes a esta categoría escrita por renombrados compositores gracias a la labor que unas decenas de años antes había realizado otro pianista manco: Paul Wittgenstein, quien había perdido su brazo derecho luchando en la I Guerra Mundial. Hermano del filósofo Ludwig Wittgenstein y proveniente de una de las más acomodadas familias de Europa, este músico vienés comisionó a los mejores compositores de su época para que crearan obras para la mano izquierda que él luego tocaría de manera exclusiva. Así nacieron obras para piano y orquesta en las que sólo se debía usar la mano izquierda escritas por Maurice Ravel, Sergei Prokofiev, Paul Hindemith, Richard Strauss, Erich Korngold y Benjamin Britten, entre muchos otros. Wittgenstein pagaba generosamente y exigía retener los derechos de ejecución de las obras, por lo que aquellas que no eran de su gusto y que él decidía no tocar pudieron ser estrenadas sólo tras su retiro de los escenarios, como fue el caso del 4to Concierto para Piano de Prokofiev, o tras su muerte, como la “Música para Piano y Orquesta” de Hindemith, que fue descubierta recién tras la muerte de su viuda y estrenada en 2004 por el propio Leon Fleisher.
Mucho antes otros compositores también habían experimentado con piezas para la mano izquierda. Brahms creó una transcripción para piano para la mano izquierda de la Chaconne de Bach para violín que Clara Schumann, con quien Brahms tenía mucha cercanía, estudió profusamente en un período durante el cual ella había sobreexigido y lesionado su mano derecha (el manuscrito de esta transcripción pertenecería luego a Wittgenstein). Alexander Skriabin , por su parte, tras lesionar su mano derecha debido a estudio excesivo, compuso un bellísimo Preludio y Nocturno para la mano izquierda que también se convertiría en una parte esencial del repertorio pianístico “manco”.
Hay quizás dos reflexiones que se pueden extraer de estas historias. La primera gira en torno a la alarmante frecuencia con la que incluso los más connotados pianistas sufren de lesiones que a veces terminan siendo irreparables. No debemos olvidar que el piano es un oficio de alta exigencia no sólo intelectual, sino que también física. Tenemos que aprender a conocer nuestro cuerpo y repetir como mantra que cuando hay dolor, algo se está haciendo mal. Lo segundo tiene que ver con la asombrosa capacidad del ser humano y en particular de los artistas de sobreponerse a las que parecen ser las peores adversidades posibles. A veces estamos tan inmersos en nuestro día a día que frente a la menor dificultad sentimos que nuestras metas se tornan inalcanzables y olvidamos a todas esas increíbles personas que le doblaron la mano al destino incluso cuando éste les quitaba aquello que más preciaban. En la historia de la música abundan estos héroes creativos, siendo el de Beethoven, cuya sordera no le impidió convertirse en uno de los músicos más influyentes de todos los tiempos, quizás el caso más paradigmático. La vida de Leon Fleisher sin duda viene a enriquecer esta lista de historias inspiradoras que nos dan fuerza para seguir adelante aún cuando todo avance parece imposible.
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Francisca Silva (Monday, 17 August 2020 13:35)
Muy buena nota, muy interesante para quienes no estábamos informados, yo lo creía imposible .
Saludos